El retrato oscuro de un mundo sin héroes, contado en solo cinco minutos

En un mundo que ha olvidado a sus héroes, en el que las máscaras ya no inspiran sino que inquietan, comienza la historia de *Watchmen*. Es 1985, en una América que vive bajo la sombra de la Guerra Fría. Los vigilantes enmascarados —antes glorificados— fueron prohibidos por ley. Algunos se retiraron, otros siguieron en secreto, y uno, Rorschach, continúa patrullando las calles con una fe enfermiza en su propia justicia. Todo empieza con un asesinato: Edward Blake, conocido como El Comediante, un antiguo miembro del grupo de héroes Minutemen, es arrojado desde la ventana de su apartamento. Rorschach sospecha que alguien está eliminando a los vigilantes, y su investigación lo lleva a reabrir viejas heridas y alianzas rotas.

En este universo decadente, los héroes no son santos, ni los villanos monstruos absolutos. Dan Dreiberg, antes conocido como Búho Nocturno, vive una existencia anodina, nostálgica de los días en que el bien y el mal parecían más claros. Laurie Juspeczyk, hija de la legendaria Espectro de Seda, carga con el peso de una identidad heredada y un amor dividido. Y sobre todos ellos se alza la figura casi divina del Doctor Manhattan, un hombre transformado por un accidente atómico que lo ha convertido en un ser capaz de manipular la materia y percibir el tiempo como un todo simultáneo. Su mente, cada vez más distante de lo humano, contempla la vida con fría serenidad, mientras su mera existencia altera el equilibrio político mundial.

Rorschach, guiado por su diario y una moral inflexible, sigue las pistas del complot, revelando una red de secretos que une a todos los antiguos vigilantes. Descubre que tras el asesinato de El Comediante hay más que venganza: hay una conspiración con propósito. El mundo, al borde de una guerra nuclear entre Estados Unidos y la Unión Soviética, parece dirigirse hacia la autodestrucción. En medio de ese caos, un hombre planea lo impensable. Adrian Veidt, el más inteligente de todos, conocido como Ozymandias, antiguo héroe y ahora magnate, ha concebido una solución final. Cree que solo un sacrificio monumental puede unir a la humanidad.

Veidt orquesta un plan para fingir una invasión extraterrestre que mate a millones, convencido de que el miedo común a un enemigo externo traerá la paz entre las naciones. Su proyecto es monstruoso pero visionario, un acto de genocidio con aspiración de redención. Cuando Rorschach, Búho Nocturno y Espectro de Seda descubren la verdad, llegan demasiado tarde. La destrucción ya ha ocurrido; Nueva York yace en ruinas. En ese instante, el mundo, horrorizado y unido por la tragedia, abandona la guerra.

Frente al horror, surge el dilema moral: ¿es justificable el crimen si salva a la humanidad? Doctor Manhattan comprende la magnitud del sacrificio y decide guardar silencio. Solo Rorschach se niega a traicionar la verdad. Su integridad absoluta lo condena: Manhattan, imperturbable, lo desintegra en un campo de nieve, para preservar el frágil equilibrio alcanzado. Mientras tanto, el diario de Rorschach, con toda la historia escrita en sus páginas, espera en la mesa de una pequeña redacción, listo para revelar lo que el mundo no debería saber.

Watchmen es un espejo de los dioses caídos, de los hombres que quisieron salvar el mundo y terminaron destruyéndose a sí mismos. No hay héroes absolutos ni villanos totales, solo seres humanos enfrentados a la sombra de sus propias decisiones. En el silencio final, Manhattan abandona la Tierra, cansado de la humanidad y sus contradicciones, mientras Veidt, victorioso y vacío, pregunta si hizo lo correcto. “Nada termina nunca”, responde Manhattan antes de desaparecer.

El mundo continúa, suspendido en esa línea tenue entre la salvación y la condena, recordando que incluso los vigilantes necesitan ser vigilados.

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