Intriga, fe y razón en la abadía medieval creada por Umberto Eco

En el invierno del año 1327, un monje franciscano llamado Guillermo de Baskerville llega junto a su joven discípulo Adso de Melk a una abadía benedictina del norte de Italia. Su visita tiene un propósito diplomático: mediar en una disputa entre los delegados del papa y los franciscanos sobre la pobreza de Cristo. Pero apenas llegan, el aire de misterio y sospecha se apodera del lugar. Un monje ha muerto en circunstancias extrañas, y el abad les pide a Guillermo que investigue el caso antes de que el escándalo se extienda. Así comienza una semana en la que la razón y la fe se enfrentan entre los muros del monasterio.

Guillermo, de mente brillante y espíritu lógico, aplica el método de la deducción y la observación, inspirado en la obra de Aristóteles y en la ciencia de su tiempo. Adso, el joven narrador, observa con fascinación cómo su maestro examina los signos, las huellas y las contradicciones de los testigos. La abadía se convierte en un laberinto de silencios, donde el saber está custodiado como un tesoro peligroso. En el centro de todo se encuentra la biblioteca, una construcción inmensa, llena de pasadizos, trampas y salas secretas, cuyo acceso está prohibido a todos salvo al bibliotecario. Los libros, en ese lugar, no solo guardan conocimiento: guardan poder.

A medida que pasan los días, las muertes se multiplican. Monjes son encontrados con los dedos y la lengua ennegrecidos, víctimas de un envenenamiento que parece seguir un orden misterioso. Algunos creen que se trata de castigos divinos, señales del Apocalipsis, o la obra del propio demonio. Pero Guillermo se niega a aceptar explicaciones sobrenaturales. Cada muerte lo lleva más cerca del secreto de la biblioteca y del texto que parece ser el origen del mal. Adso, mientras tanto, se debate entre la fe y la duda, entre la inocencia del novicio y la curiosidad por el mundo. En una noche de tormenta, conoce a una muchacha pobre que ha entrado al monasterio en busca de comida, y con ella descubre el amor fugaz y prohibido que marcará su memoria para siempre.

En los pasillos oscuros del convento, el miedo crece. Los monjes se acusan entre sí, y las tensiones políticas se mezclan con el fanatismo religioso. Guillermo descifra que las muertes siguen la estructura del Apocalipsis: cada crimen imita un castigo bíblico. Sin embargo, la clave no está en las profecías, sino en un libro. En lo más alto de la biblioteca, en la sección más oculta, se halla un manuscrito perdido de Aristóteles sobre la comedia, un texto que defiende la risa como forma de sabiduría. El bibliotecario ciego, Jorge de Burgos, ha envenenado sus páginas con un veneno invisible, convencido de que la risa debilita la fe y destruye el temor a Dios. Los monjes que han intentado leerlo han muerto lentamente al pasar los dedos por sus hojas y llevarse luego la mano a la boca.

Guillermo y Adso logran entrar de noche en el laberinto, guiados por símbolos y por el instinto racional del maestro. Descubren pasadizos secretos, manuscritos prohibidos, mapas ocultos entre los estantes. En la cámara final encuentran a Jorge, rodeado de libros antiguos. El anciano defiende su crimen como un acto de fe: la risa —dice— convierte en burla lo sagrado, destruye la obediencia y abre la puerta a la herejía. Guillermo intenta salvar el manuscrito, pero Jorge, en un acto desesperado, rompe las páginas y provoca un incendio. Las llamas devoran la biblioteca y con ella siglos de conocimiento. El fuego se extiende por toda la abadía, y los monjes, enloquecidos, intentan salvar lo que pueden. Al amanecer, entre las ruinas humeantes, todo lo que queda es el eco del saber perdido.

Guillermo y Adso abandonan el lugar mientras los restos del monasterio se hunden en la ceniza. El joven lleva consigo algunos fragmentos de pergaminos y el recuerdo imborrable de lo vivido. Años más tarde, ya anciano, Adso escribe su relato desde la distancia del tiempo. Narra aquella semana de revelaciones y muertes, donde aprendió que la verdad no se impone como dogma, sino que se busca entre sombras. De su maestro conserva una frase que resume toda la experiencia: el único deber del hombre que ama la verdad es dudar de todo. Y así, entre la razón y el misterio, el conocimiento y la fe, el mundo medieval abre paso a una nueva era de pensamiento.

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