El viaje de Odiseo contado como una travesía épica de mar, memoria y destino

Después de la caída de Troya, el héroe griego Odiseo, rey de Ítaca, inicia un viaje que se convertirá en una larga odisea de regreso a casa. “La Odisea”, atribuida a Homero, comienza con un hombre que ha visto el rostro de la guerra y ahora debe enfrentarse a los caprichos del mar, de los dioses y de su propio destino. Mientras los vientos lo empujan lejos de su patria, su esposa Penélope lo espera tejiendo y destejiendo la esperanza, y su hijo Telémaco crece en la sombra del héroe ausente.El relato se abre en Ítaca, donde los pretendientes de Penélope consumen los bienes del palacio y compiten por su mano. Telémaco, guiado por la diosa Atenea disfrazada, decide partir en busca de noticias de su padre. Así comienza su propio aprendizaje, mientras Odiseo, prisionero en la isla de Calipso, anhela el hogar. La ninfa inmortal lo ama y le ofrece la eternidad, pero él prefiere la mortalidad de su esposa y el olor del mar de Ítaca. Conmovido por su fidelidad, Zeus ordena su liberación, y Odiseo construye una balsa que lo lleva hacia nuevas pruebas.

 

El mar no perdona. Poseidón, que lo odia por haber cegado a su hijo, el cíclope Polifemo, levanta tempestades que arrojan al héroe a las costas de los feacios. Allí, la princesa Nausícaa lo encuentra cubierto de sal y cansancio, y lo lleva ante el rey Alcínoo, quien lo acoge y le pide que relate su historia. Entonces Odiseo, en el corazón del banquete, comienza a narrar su largo peregrinar desde Troya: los lotófagos que lo adormecen con flores del olvido, el gigante de un solo ojo que devora a sus hombres, las sirenas que encantan con su canto mortal, el descenso al Hades donde consulta las sombras, y los monstruos Escila y Caribdis que acechan entre las rocas del mar.

Odiseo recuerda a Circe, la hechicera que convierte en cerdos a sus compañeros y lo retiene con dulzura y hechizos durante un año. Recuerda a los vientos encerrados en una bolsa, regalo de Eolo, que sus hombres abren por curiosidad, desatando una tormenta que los aleja del camino. Recuerda también a sus compañeros caídos, a las islas devoradas por el fuego, y al castigo de los dioses cuando los suyos comen el ganado sagrado de Helios. Solo él sobrevive, arrastrado por las olas hasta los brazos de Calipso, donde el tiempo se detiene durante siete años hasta que los dioses lo liberan.

Cuando termina su relato, los feacios, conmovidos, lo conducen finalmente a Ítaca. Allí, disfrazado de mendigo por voluntad de Atenea, entra en su propio palacio sin ser reconocido. Los perros lo huelen, las paredes le hablan en silencio, y su corazón tiembla entre la nostalgia y la ira. Penélope sigue fiel, aunque rodeada de hombres que esperan ocupar su trono. Odiseo, astuto, planea su venganza. Con la ayuda de Telémaco, recupera su arco, el arma que solo él puede tensar, y en un banquete convertido en trampa, dispara la primera flecha que atraviesa el aire y la garganta del primer pretendiente.

La masacre es rápida y silenciosa. Los traidores caen bajo el arco del rey que regresa. Cuando todo termina, Penélope aún duda. Los años y los engaños de los dioses la han enseñado a desconfiar. Para probarlo, ordena que trasladen el lecho nupcial, y Odiseo, al escuchar esa orden, se indigna: solo él sabe que la cama fue tallada sobre el tronco de un olivo vivo, imposible de mover. Entonces Penélope lo abraza, y el tiempo detenido vuelve a fluir. Tras veinte años de ausencia, la Odisea concluye donde empezó: en Ítaca, en el hogar, en los brazos del amor y la memoria.

Pero el viaje de Odiseo no es solo el regreso de un guerrero, sino la travesía del alma humana entre la nostalgia y el deseo, entre la razón y el mito. Cada isla, cada tempestad y cada engaño de los dioses reflejan la lucha del hombre por reencontrarse consigo mismo. “La Odisea” es el canto de quien busca volver, no solo al hogar, sino a la esencia de su propia humanidad.

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